A veces, la tristeza parece envolverme por completo, como un manto opresivo que limita mi visión del mundo. Hoy, sin embargo, he encontrado una forma de abordar este estado. Estoy en un jardín cerrado, un espacio que, aunque pequeño y delimitado, me ofrece una calma reconfortante. Sostengo una flor lila en mis manos, cuyas suaves texturas y delicados colores contrastan con el peso de mi tristeza. Al tocar sus pétalos, siento un vínculo palpable con la vida y la belleza que me rodea.
La depresión, con su capacidad para nublar el espíritu y adueñarse de cada rincón de nuestra existencia, puede ser abrumadora. Sin embargo, en este jardín, encuentro un pequeño santuario donde la naturaleza me ofrece destellos de esperanza. Aquí, entre la tranquilidad de las plantas y el suave color lila de la flor, encuentro la fuerza para enfrentar y superar mi dolor.
Ella: Sofia
Fotografía: Julian Rodríguez