Mi cuerpo es un templo, un santuario que guarda cada parte de mí con propósito y devoción. Aunque no hecho de mármol, cada curva y pliegue lleva la marca del tiempo, digno de reverencia. Mi alma es el altar, y mi mente, la luz que ilumina sus confines. Solo aquellos que valoran su significado pueden cruzar sus puertas, mientras yo resguardo mi paz y fortaleza en este refugio que me otorga consuelo, incluso cuando el mundo fuera se tambalea.
Seguimos manteniendo la intención del proyecto para que cualquier mujer pueda participar, reconocerse, verse con más confianza, olvidar los complejos y amarse de verdad. ¡Apóyanos!